martes, 24 de noviembre de 2009

La Revolución sí triunfó, por desgracia


    La Calle
    Luis González de Alba

  • 2009-11-23 Acentos


    No, no es que la Revolución haya fracasado: nos va mal porque triunfó, se implantaron postulados que desde 1917 lastran al país, obstruyen vías de desarrollo y han adoctrinado generaciones de mexicanos en valores que son productores de pobreza y autocomplacencia. Se nos arrebató a los habitantes de carne y hueso la posesión del suelo y el subsuelo, y se entregaron a una entelequia, La Nación, en ninguna parte definida, pero en la práctica representada por el gobierno, o más claramente: por los políticos de turno en el poder. Un Estado corporativo, un régimen asistencial y una escolarización de raíz profundamente retrógrada, de fogosa oratoria revolucionaria, nos han tenido atados a un modelo mexicano reproductor de pobreza de generación en generación.

    El sistema ejidal, como todas las colectivizaciones forzadas de la tierra, produjo hambre como en la URSS y en China. Allá murieron, aquí los campesinos tuvieron la bendición de una frontera de 3 mil kilómetros con Estados Unidos y escaparon.

    El petróleo nos dio un sindicato de jeques árabes con diamantes en la nariz y un gobierno comodino incapaz de recaudar y administrar impuestos. El petróleo jamás ha sido de los mexicanos, es de los políticos de turno y de los charros sindicales.

    De verdad, no se ve qué celebramos: la revolución de marras hizo pobres a los ricos sin enriquecer a los pobres, nos dio una camada de políticos que, a diferencia del empresario, no hicieron su capital invirtiendo y arriesgando en industrias que dieran empleos e incrementaran el producto nacional, sino robando dinero público; peor aún, nos construyeron esta ideología que mamamos en la escuela según la cual los ricos lo son porque roban al pueblo bueno, son, además, petulantes y sangrones; los pobres, en cambio, tienen por paradigma al Pedro Infante simpático, guapo y claridoso.

    La Revolución nos dio un país de buenos y de malos. Pobres, indios y jóvenes son siempre buenos. Las maestras de un kínder tapatío sacan a los niños para bloquear una avenida en protesta por X, ya nadie recuerda qué, y tan frescas; los abusos no lo son cuando los cometen los buenos.

    La ideología mamada de la Revolución desde la escuela primaria nos ha desvanecido la frontera entre el uso y el abuso. En la prensa hemos participado alegremente de ese deterioro en la convivencia civilizada. Los diputados creen que su fuero les permite mearse en la tribuna de la Cámara y pasarse los altos sin ser multados, y hay prensa que los defiende; los manifestantes se otorgan el derecho a bloquear avenidas y carreteras en protesta por los resultados de la guerra de Troya, los dueños de auto los suben a las banquetas, que no son para eso; publicamos que tanto peca el auto que gasta el pavimento (que fue hecho para rodar encima), como el chavo que rompe con su patineta una jardinera recién inaugurada (que no fue hecha para patinar) o le rompe el cráneo a un niño que se creía seguro.

    Los electricistas que revendían electricidad arrojan sus autos contra policías que intentan liberar el flujo de una carretera y salen libres en dos días: nadie se escandaliza, no hay marchas ni discursos contra la impunidad. Como dijo un ex líder estudiantil a propósito de unos policías muertos por un grupo armado: “No nos hagamos, no eran más que chotas”.

    ¿Qué hacer con la Revolución? Sin lugar a dudas, emplearnos a fondo en sepultarla, derogar sus llamadas conquistas. Algunos puntos por mencionar en lo laboral:

    1. Prohibir la cláusula de exclusión en los sindicatos, infamia por la que la charrería sindical puede exigir a la empresa el despido de un trabajador, casi siempre un opositor.

    2. Prohibir el descuento automático de las cuotas sindicales por la empresa y su entrega a la dirección del sindicato. Las cuotas deben ser voluntarias.

    3. Dejar en claro, una vez más, que podrá haber tantos sindicatos en una empresa como iniciativas tengan los empleados.

    4. Eliminar las excepciones a la norma anti monopolio: los monopolios todos, públicos o privados, deben quedar prohibidos.

    El Congreso tiene por tratar: recaudación fiscal eficiente, régimen de partidos insaciables, redefinir funciones del IFE, producción de energías, infantilismo de los estados frente a la federación… uf: tarea de legisladores romanos y tenemos ignorantes (e ignorantas, dice Fox asomando el pescuezo), retozo, alboroto, regocijo, picada de ojos entre niños y tirones a las trenzas de las niñas: eso nos gobierna.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La Quinta Economía

Macario Schettino
Economía Informal
10 de noviembre de 200


La quinta economía


Se publicó el lunes. Una nota medio perdida proveniente de la Cumbre de Negocios de Nuevo León. Una declaración del director gerente del Banco Mundial, Juan José Daboud



Este director sostiene que México puede ser un polo de desarrollo después de la recesión. Según él, después de China e India, en Asia, en América Latina, “México puede ser un importante polo de desarrollo”.

Pero la nota está perdida entre opiniones de Carlos Slim y Lorenzo Servitje, entre dichos de alzas en las tarifas telefónicas y quejas sobre el desempeño económico de América Latina. Y los comentarios que había recibido ayer lunes por la mañana confirmaban la razón por la cual no podemos ser la quinta economía mundial. Todos burlones, todos rechazando la posibilidad de que México pueda ser ese polo de desarrollo que el señor Daboud percibe.

Y es que precisamente es ésa la razón por la que no podemos ser un polo de desarrollo, ni la quinta economía mundial. Porque ni siquiera podemos imaginarlo. La inmensa mayoría de la población no se da cuenta del tamaño de México en el mundo, y por lo tanto no puede siquiera comprender lo que significa nuestro país.

Rusia, India, España, Canadá, Brasil, Australia, México y Corea del Sur son los países que podrían, por su tamaño actual, competir por ser las economías más grandes del mundo en los próximos 30 años. Sustituirán a Inglaterra, Francia, Italia y Alemania, e incluso posiblemente a Japón entre los primeros cinco lugares. Sólo China y Estados Unidos, que hoy están en esas posiciones, seguirán ahí dentro de tres décadas con seguridad. Los otros pueden ser fácilmente desplazados.

De los ocho países mencionados, no todos tienen posibilidades reales de competir. Rusia no tiene ya futuro en esta competencia, mientras que España, Canadá y Australia es muy probable que no puedan superar el tamaño que hoy tienen. Quedan sólo cuatro economías compitiendo por dos o tres lugares: India, Brasil, México y Corea del Sur. Por cuestiones demográficas, India seguramente estará entre los elegidos, mientras que muy probablemente Corea del Sur no lo logrará. Es decir que, casi inevitablemente, México estaría entre esas cinco economías más grandes del mundo.

Pero eso parece ser inaceptable para los mexicanos. La simple posibilidad de ser un polo de desarrollo en este proceso de recuperación que acaba de iniciar es rechazado como si fuese algo no sólo imposible, sino impensable. Es increíble la capacidad de autoflagelación de nuestra sociedad.

México cuenta con 120 millones de personas, 15 millones de ellos viviendo en Estados Unidos, pero con fuertes lazos con nuestro país. Producimos, los 105 millones de acá, cosa de un billón de dólares al año (un millón de millones). Si contamos a los que están allá, considerando que tengan un ingreso inferior al promedio de Estados Unidos, pero sin duda superior al promedio nuestro (porque si no ya se hubiesen regresado), hablamos de medio billón adicional.

Nada más considerando eso, los mexicanos representamos la octava economía del mundo.

Lo que muy probablemente piensan muchos que no creen en que México será la quinta economía mundial es que no tenemos el ingreso por habitante que tiene Estados Unidos, o cualquier país occidental. Pero ése no es el tema. China tiene un ingreso por habitante muy inferior al nuestro, y es la tercera economía mundial, y la gran admiración de muchos.

La India, o Brasil, que tanto se promociona hoy, están también por debajo de México en ingreso por habitante, la India por mucho. Y ya sé que me va usted a decir que no es tanto el ingreso por habitante, sino la distribución, y que México es un país muy desigual. Pues sí, pero Brasil es peor que nosotros, y ya lo ve, rumbo a competir en serio por ser la quinta, la cuarta o la tercera economía.

Si quiere usted excusas para no ser exitoso, hay de sobra. Ya le mencioné al menos dos: que no importa ser una economía grande porque el ingreso por habitante es bajo; que no importa el ingreso por habitante porque la distribución es mala; añada las que guste, que por excusas no hay que parar.

Es sólo que usted, como millones de mexicanos, no quiere tener éxito. No quiere que la economía mexicana sea la quinta del mundo, ni quiere competir en verdad con otros grandes países. Le tiene usted miedo al éxito, porque implica responsabilidad, y usted, como millones de mexicanos, aprendió desde niño que la responsabilidad es cosa de los poderosos, y no de usted. Es usted producto del régimen de la Revolución Mexicana, que se instituyó para abusar de usted y para mantenerlo sometido a los grupos de interés: a los sindicatos, a las centrales campesinas, a los empresarios amigos del Estado, a las universidades públicas, a todos esos grupos que se han dedicado a extraer rentas de los demás y que han impedido que México sea esa quinta economía mundial desde hace décadas, como debió haberlo sido.

Lo único que nos impide tener éxito, ser una economía más grande, con más ingreso por habitante y mejor distribución es nuestra incapacidad mental. Ni siquiera podemos imaginarlo. Peor, cuando alguien nos lo dice, lo sentimos como una burla. Nosotros mismos nos detenemos, porque así aprendimos desde niños. Porque así se nos enseñó, para que no exigiéramos cuentas a esos grupos que vivían de nosotros.

Y que lo siguen haciendo.

Claro que México puede ser la quinta economía mundial. Ni siquiera hay que crecer mucho para lograrlo. Pero no lo seremos, ni seremos nada, mientras no podamos entenderlo y aceptarlo. Mientras no reconozcamos que el fracaso que hoy somos es producto de la manera en que manejamos el país durante el siglo XX. Mientras no aceptemos que la Revolución Mexicana no nos dio más que miseria, abuso y, sobre todo, engaño.

No hay mal que dure 100 años. Nos queda uno.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin binoculares y sin espejo retrovisor


Francisco Martín Moreno
06-Nov-2009

¿Cómo se llama aquel que no aprende de la experiencia, que no puede prever y es incapaz de adquirir sabiduría y conocimiento? ¡Gobierno mexicano!

El tiempo pasa, arrancamos las hojas del calendario, desaparecen nuestros ancestros sin poder transmitir experiencia...


Los pilotos que dirigen nuestro país cómodamente instalados frente al tablero de mandos, conducen a la nación sin binoculares, es decir, sin una perspectiva del futuro, sin poder advertir con la debida claridad la presencia de obstáculos inminentes, tal vez insalvables y, además, sin un espejo retrovisor indispensable para aprender de las experiencias pasadas, de los arrecifes, de las cataratas, de las pendientes, de los vacíos. Navegamos, nos desplazamos, nos movemos entre gritos y empujones, entre chantajes, zancadillas y amenazas, sin disciplina ni rumbo cierto y definido, sin identificar un derrotero ni guiarnos siquiera por las constelaciones o cualquier otro elemento natural, ya no se diga mecánico, que proporcione alguna idea, aun cuando remota, de alguna dirección posible. Vamos, pues, al garete, sin percatarnos siquiera de que ya recorrimos varias veces la misma ruta y repetimos, damos vueltas inútiles, circulamos, cometemos los mismos errores, sufrimos los mismos percances, el evidente resultado de una alarmante incapacidad de aprendizaje. No, no sólo no aprendemos de la historia, ésta se repite una y otra vez, de manera torpe e insensata, sino que tampoco contamos con la posibilidad de adelantarnos a los acontecimientos, de prever, de planear, de adquirir sabiduría y conocimiento, de evitar que las debacles se repitan. ¿Cómo se llama aquel que no aprende de la experiencia, que no puede prever y es incapaz de adquirir sabiduría y conocimiento? ¡Gobierno mexicano!

El tiempo pasa, los días se suceden los unos a los otros, arrancamos las hojas del calendario, cambiamos los calendarios, desaparecen nuestros ancestros sin poder transmitir experiencia, sin poder heredarla en un asfixiante espacio de frustraciones; mudan de rostro los políticos, continúan otros idénticos; son los mismos hijos de los mismos viejos, con la misma mentalidad, con la misma hipocresía, la misma timidez, los mismos miedos, los mismos traumatismos, la misma corrupción; las heridas no cicatrizan, las costras no aparecen, la sangre no se coagula; los mismos llantos, los mismos lamentos se siguen escuchando; los resentimientos siguen expuestos a flor de piel; los años no curan, no alivian, no ayudan a olvidar; el rencor es veneno, la raza de bronce está envenenada y lo desconoce y si lo conoce no lo acepta y, si lo acepta, no evoluciona ni lo supera. En las paredes de todos los hogares permanecen colgadas las mismas fotografías desde que comenzó la historia; nuevos personajes, mismos escenarios, misma ignorancia, misma miseria, misma desesperación, mismo inmovilismo, misma frustración, misma postración, misma resignación, mismo fatalismo, misma negación. Tezcatlipoca habla, grita, condena, advierte contemplándose en su espejo negro y, sin embargo, seguimos en la misma dirección que conduce al despeñadero, bienvenidos el despeñadero, la destrucción, la noche triste...

Imposible ponernos de acuerdo. No estamos hechos para parlamentar. Nos enseñaron a acatar, a obedecer, a cumplir instrucciones sin refutar ni exhibir otro criterio, otro punto de vista. Aquí mando yo: ¡a callar! Aceptamos una jerarquía superior, pero jamás la presencia de un semejante que intente imponer el orden respetando los puntos de vista ajenos. Jamás aceptaré la autoridad emanada de mis pares y en este país todos son mis pares. Ninguna voz es digna de crédito ni merecedora de la menor consideración. Uno es peor que el otro. Sálvese el que pueda. Viva la muerte. Las promesas se repiten, el escepticismo cunde, las palabras se desgastan, las esperanzas también. Quien se acerque es movido por un interés inconfesable. No existen la piedad ni el perdón ni la transparencia ni la honorabilidad ni la confianza ni las sanas intenciones. Quien no descubra rápido los auténticos móviles de los terceros no tardará en perecer víctima de ellos.

Nada está sano, todo está podrido. Pobre de quien confía porque será devorado. Pobre de quien cree porque será traicionado. Pobre de quien sueña porque al despertar vivirá una pesadilla. Pobre de quien se atreva a alcanzar el éxito porque será aniquilado. Pobre de quien no se ría y se burle porque parecerá cuerdo. Pobres de los cuerdos porque serán excluidos. Pobres de los excluidos porque jamás serán escuchados.

Tú, sí, tú, el que camina rumbo a la proa, el mismo que arrojó los catalejos, los binoculares, los espejos, los sextantes y las brújulas al mar, tú, sí, tú, has hecho patria… Eres un bienamado…

lunes, 19 de octubre de 2009

En China los fusilan

La Calle
Luis González de Alba
2009-10-19•Acentos


Nadie con un mínimo sentido de la justicia social puede estar contra el hecho de que trabajadores de una empresa X tengan salarios, prestaciones y jubilaciones decentes, y aun privilegiadas. Pero es una indecencia que el secretario general del sindicato de X gane, a cargo de los contribuyentes, más que un Presidente de la República y que para sostener esas prestaciones en un país concreto, México, y no Dinamarca, 42 mil trabajadores chupen del gobierno lo mismo que se destina a 25 millones de pobres con el programa Oportunidades o el doble que la venerada Universidad Nacional, con 300 mil alumnos. Eso se llama asalto, robo, despojo. En China comunista los fusilan.
La culpa es de la empresa, por supuesto. Por eso la liquidada es la empresa. Pero, si nos olvidamos de argumentaciones sofistas y nos dejamos de leer la mano entre gitanos, tampoco es posible ignorar que una empresa dirigida por un burócrata con sueldo fijo hace lo que el sindicato le pida si desde arriba le financian las nuevas y decentes prestaciones.
Todo patrón tiene derecho a liquidar una empresa con la que pierde, lo puede hacer cuando lo decida con la única salvedad de indemnizar a sus trabajadores según la ley y los términos del contrato. Y en Luz y Fuerza del Centro el patrón es el gobierno desde que el presidente López Mateos la compró para salvar a patrones particulares que así vieron premiada su incompetencia. El SME, sindicato que alguna vez encabezó movilizaciones democráticas, sostiene que se le hacen pagar errores de la empresa. Sería verdad en una empresa privada, pero el SME tuvo por patrón a un burócrata.
Lo que un sindicato de empresa privada jamás haría, porque sabe que pone en riesgo la existencia de su fuente de trabajo, el sindicato de una paraestatal se lo permite: sabe que la empresa no quebrará porque tiene detrás el presupuesto federal de un país que está entre las primeras doce economías del mundo y al frente a un burócrata que no cuida su bolsillo, sino su chamba y no quiere que le hagan olas.
Los 42 mil millones que tanto se han mencionado como subsidio, no son sino la pérdida de la empresa. A sus gastos corrientes se deben sumar los ingresos por cobro de electricidad que no producía, sólo compraba como cualquier intermediario. ¿Qué ha pasado en México que la izquierda defiende el intermediarismo, ventajas, ineficiencia y prepotencia de pocos?
El SME se ganó veinte años más de vida con su apoyo a Salinas de Gortari. La Quina, que jugó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas en su candidatura del 88, pagó el error con la cabeza.
Nadie puede estar en desacuerdo con que los trabajadores tengan facilidades para hacer deporte. Pero de ahí a tener una duela de bambú de las que cuestan millones a los equipos profesionales de básquet hay el abismo que separa al empresario que cuida su negocio y al burócrata que sólo pide más presupuesto. Es el abismo que hay entre los trabajadores que cuidan su fuente de trabajo, porque saben que demandas excesivas la llevarían a la quiebra, y quienes saben que no habrá quiebra ni jubilándose a los 45 años de edad si entró a los 15, y con 3.3 veces el salario promedio porque detrás no hay un empresario, sino los contribuyentes del país.
Lo sabemos todos: los sindicatos buscan, o deberían hacerlo, los mejores salarios y prestaciones para sus agremiados. Y nada es excesivo ni injusto: todos queremos vivir lo mejor posible. ¿Dónde le para un sindicato en sus demandas? Donde ve, con números, que el dueño de la empresa preferiría cerrar y pagar finiquitos. Ese límite, repito, no lo tiene el sindicato de una paraestatal.
Y sin duda no es el SME el único sindicato que aprovecha su posición estratégica para obtener lo decente y hasta lo indecente. Son todos los que, como los maestros de la SEP, reciben su paga del gobierno. Una crítica muy leída por estos días es que la vara que mide a LyFC debería medir a media docena de burocracias poderosas e intocables, además de ineficientes. Cierto. Pero como dijo Jack el Destripador: vamos por partes.
En la vieja izquierda descalificábamos toda crítica contra Fidel Castro o la URSS señalando que el criticón exhibía su parcialidad al no mencionar, también, las dictaduras de Somoza, Trujillo, y así hasta Calígula. Hoy la nueva izquierda tiene el mismo tic: “A ver, a ver, qué casualidad que el tal Calderón no acaba también con el SNTE, con Deschamps y sus petroleros, con los mineros de Napito… A ver… ¿ah, verdá?”

www.luisgonzalezdealba.com

viernes, 16 de octubre de 2009

El inteligente es peligroso...

Francisco Martín Moreno
02-Oct-2009


En la política mexicana —los hechos son tercos— ser inteligente es peligroso, porque quien cuenta con la facultad de conocer, de analizar y de comprender y, por ende, critica, deduce, expone y concluye con habilidad y destreza, es excluido de la cúpula del poder. A los tontos los dominas, los muy vivos saben brincar por encima de los obstáculos… En el seno del gobierno se premia la lealtad y la obsecuencia con una carrera meteórica que puede venir acompañada de la posibilidad de crear una colosal fortuna lograda a base de sobornos o desfalcos.
En efecto, al inteligente se le considera peligroso por incontrolable e inasible. Se le teme porque es capaz de prever alternativas y soluciones inaccesibles para el término medio y el superior de los funcionarios. En pocas palabras: las personas inteligentes pueden ver lo que escapa a otros intelectos inferiores y, por lo mismo, deben ser suprimidas y expulsadas desde que gozan de una envidiable habilidad para instrumentar planes y proyectos orientados a destruir las bases de poder en que se sostienen los mediocres.
No hay cabida para los inteligentes porque sus objetivos pueden estar reñidos con los intereses creados del sector gobernante en el país. Imposible permitirles su estancia en el seno del sistema porque una jugada, el desplazamiento de un simple alfil sobre el tablero del ajedrez político, podría traducirse en una catástrofe para los miopes que no entendieron el alcance del movimiento hasta que ya era demasiado tarde… Algo así como cuando las fuerzas griegas que asediaron Troya lograron introducir un enorme caballo, en cuyo interior se encontraba un reducido número de soldados, quienes al entrar a la fortaleza, abrieron las puertas de la ciudad para facilitar el éxito militar después de diez años en que había sido imposible superar las altas murallas que la defendían. Hay que temerle a los Ulises que son capaces de urdir estrategias que nadie entiende hasta que la inteligencia de los notables hace que sus enemigos inclinen la cerviz, se humillen ante la verdadera autoridad y no tengan otra alternativa que seguir las instrucciones de los sabios y doctos, quienes acaban apoderándose de todos los escenarios quedándose con reinas, alfiles, caballos y torres y hasta los tableros de los contrincantes.
Los primeros en excluir a los inteligentes de su entorno son los acomplejados por experiencias pasadas, los inseguros ávidos de controles de cualquier naturaleza con tal de maniatar y someter a quienes cuentan con la capacidad de producir acontecimientos imprevisibles. Los sujetos pequeñitos, los insignificantes, son amantes del inmovilismo, porque temen perder el control de un ejército en marcha. En el estatismo, en el reposo, las consecuencias son previsibles, no así cuando el progreso irrumpe y altera el statu quo, la atmósfera ideal en la que vegetan los imbéciles, los reaccionarios, enemigos perpetuos de la evolución.
Cuando se dice que en la naturaleza manda el que tiene más inteligencia, se debe matizar el enunciado sobre todo en lo que hace al gobierno mexicano. Es evidente que quien manda, y no sólo me refiero al jefe de la nación, sino al Congreso de la Unión, no son los más inteligentes. Las pruebas están a la vista con tan sólo contemplar el estado temerario de parálisis y estancamiento en que se encuentra el país. ¿Nos están gobernando los más inteligentes..? En México existe un sinnúmero de ciudadanos con una inteligencia mucho más que superior a la media prevaleciente en el gobierno y, sin embargo, se declaran incompetentes para cambiar el rumbo, desatar nudos, encarcelar a quienes tienen secuestrado el país lanzándolo a un estadio de desarrollo que sólo ellos pueden anticipar con su visión futurista. Se niegan a incorporarse a las filas de la delincuencia política o a sumarse al proceso de putrefacción de las instituciones nacionales. ¿Son inteligentes? Por supuesto que lo son, pero no pierden de vista que los grandes transformadores deben estar dispuestos a jugarse la vida: ahí está el caso de Colosio…
Los inteligentes deben dejar de ser considerados como peligrosos. Cuando se privilegia la lealtad antes que la inteligencia y la capacidad, adviene el inmovilismo, el mundo ideal de los imbéciles. Sólo los acomplejados e incapaces se rodean de gente menor para poderla controlar. Sólo los inteligentes se rodean de inteligentes y colocan al mejor hombre en el mejor puesto con independencia de su lealtad…

fmartinmoreno@yahoo.com

jueves, 15 de octubre de 2009

Razón de Estado

En Petit Comite
Óscar Mario Beteta

2009-10-15•Acentos


La decisión del presidente Calderón de liquidar LFC deriva de una auténtica razón de Estado y se apoya en dos teóricos fundamentales: Aristóteles y Maquiavelo, presentes en la política, uno desde hace 2 mil 400 años, otro durante los últimos cinco siglos. En el war room, de donde salió la sentencia de muerte de esa empresa, no se la pudo armar mejor.
El estagirita se hace presente con su idea del todo y la parte, en la que aquél es el Estado; es decir, la sociedad en su conjunto, mientras ésta puede ser cualquier grupo que se le opone mirando sólo a su interés.
En el deber de conservar a la comunidad, el jefe de ésta no puede dudar: tiene que hacer lo que sea para realizarlo. Las leyes lo obligan; la moral lo compromete. Sólo entonces puede decirse de él que es un político, un estadista.
Por su parte, el florentino sugiere que para conservar un reino nunca se reconozcan límites. Su máxima de que “el fin justifica los medios”, es absolutamente moral cuando el Príncipe la emplea para proteger a sus gobernados del peligro. Es lo que hizo Calderón en el caso de LFC.
La naturaleza y el objeto del Estado y de los particulares son antagónicos e irreconciliables: uno debe procurar el bien común, otros buscan ventajas propias. Su coexistencia es imposible; uno debe perecer. La totalidad ética de aquél, obliga a cualquier acción para preservarlo.
En política, los actos del gobernante sólo se miden por el éxito de sus decisiones. Con Maquiavelo, es suficiente que “cuando un hecho lo acuse, el resultado lo excuse; y si éste es bueno, siempre se le absolverá”.
Para quienes atacan la decisión presidencial, los latinos sentenciaron, cuando pensaron separarse de los romanos, invocados por el padre del Estado moderno: “Más pertinente es a nuestras cosas determinar lo que hemos de hacer que lo que hemos de decir; fácil será, después de tomada la determinación, acomodar las palabras a los hechos”, lo cual ni siquiera es necesario en este caso, porque el brain trust oficial lo previó todo.
Y el SME, que quiere revertir la historia, debe recordar que en el gobierno hay plena conciencia de que, también con Maquiavelo, “para regir a la multitud, vale más la severidad que la clemencia”.
Sotto voce
Es loable que entre los aspirantes a presidir la CNDH, el ex rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente haya decidido no figurar. Sin embargo, no sería extraño que, apartidista como es, pronto se le ofreciera hacerse cargo de una muy importante responsabilidad.

dikon2001@yahoo.com.mx

Nos gusta que nos maltraten

Interludio
Román Revueltas Retes
2009-10-15•Al Frente

Bueno, y si se privatizara el sector eléctrico o, por lo menos, si una compañía de capitales privados (que, en realidad, al cotizar en la Bolsa y ser sus dueños miles de inversionistas se trataría de una empresa “pública”, ahí sí, en el más estricto sentido de la palabra) le comprara al Estado mexicano los restos del naufragio y brindara el servicio a los sufridos consumidores, ¿eso sería una monstruosidad, una hecatombe, una “traición a la patria”, una “pérdida de soberanía”?
¿Desde cuándo es más soberano un jubilado al que, de pronto, le llega un recibo mañosamente inflado por los tenebrosos empleados de Luz y Fuerza del Centro? Y ¿cómo es que el “patrimonio del pueblo de México” termina costándole a ese mismo pueblo 42 mil millones de pesos al año en vez de darle ganancias contantes y sonantes? Digo.
Las corporaciones privadas —excepto esos bancos yanquis y europeos que se dedicaron a arriesgar los dineros de sus clientes en operaciones absolutamente fantasiosas y que ahora van a ser rescatados con la plata de los contribuyentes— no invierten los fondos del erario sino sus propios recursos. Es decir, no nos cuestan nada a los ciudadanos. Y, cuando existe un mercado verdaderamente abierto, los consumidores podemos elegir entre varias opciones: si el supermercado de una cadena nos queda muy lejos de la casa o si sus cajeras son malencaradas, entonces hacemos la compra en otro lugar; y si no nos satisfacen los servicios de Telcel vamos a Iusacell o a Nextel y sanseacabó. Resulta, sin embargo, que la electricidad no es un servicio común y corriente sino una especie de producto sagrado —algo así como la hostia que te comes en la misa y que, supongo, no la fabrican empresas trasnacionales— y por esa razón no puede debe ser vendida por simple negociantes sino que necesita ser traficada por los burócratas al servicio del Estado. Tenemos así apagones, voltajes que queman los televisores, cobros abusivos y descortesías del personal. Somos “soberanos”, eso sí. E irremediablemente estúpidos.