martes, 24 de noviembre de 2009

La Revolución sí triunfó, por desgracia


    La Calle
    Luis González de Alba

  • 2009-11-23 Acentos


    No, no es que la Revolución haya fracasado: nos va mal porque triunfó, se implantaron postulados que desde 1917 lastran al país, obstruyen vías de desarrollo y han adoctrinado generaciones de mexicanos en valores que son productores de pobreza y autocomplacencia. Se nos arrebató a los habitantes de carne y hueso la posesión del suelo y el subsuelo, y se entregaron a una entelequia, La Nación, en ninguna parte definida, pero en la práctica representada por el gobierno, o más claramente: por los políticos de turno en el poder. Un Estado corporativo, un régimen asistencial y una escolarización de raíz profundamente retrógrada, de fogosa oratoria revolucionaria, nos han tenido atados a un modelo mexicano reproductor de pobreza de generación en generación.

    El sistema ejidal, como todas las colectivizaciones forzadas de la tierra, produjo hambre como en la URSS y en China. Allá murieron, aquí los campesinos tuvieron la bendición de una frontera de 3 mil kilómetros con Estados Unidos y escaparon.

    El petróleo nos dio un sindicato de jeques árabes con diamantes en la nariz y un gobierno comodino incapaz de recaudar y administrar impuestos. El petróleo jamás ha sido de los mexicanos, es de los políticos de turno y de los charros sindicales.

    De verdad, no se ve qué celebramos: la revolución de marras hizo pobres a los ricos sin enriquecer a los pobres, nos dio una camada de políticos que, a diferencia del empresario, no hicieron su capital invirtiendo y arriesgando en industrias que dieran empleos e incrementaran el producto nacional, sino robando dinero público; peor aún, nos construyeron esta ideología que mamamos en la escuela según la cual los ricos lo son porque roban al pueblo bueno, son, además, petulantes y sangrones; los pobres, en cambio, tienen por paradigma al Pedro Infante simpático, guapo y claridoso.

    La Revolución nos dio un país de buenos y de malos. Pobres, indios y jóvenes son siempre buenos. Las maestras de un kínder tapatío sacan a los niños para bloquear una avenida en protesta por X, ya nadie recuerda qué, y tan frescas; los abusos no lo son cuando los cometen los buenos.

    La ideología mamada de la Revolución desde la escuela primaria nos ha desvanecido la frontera entre el uso y el abuso. En la prensa hemos participado alegremente de ese deterioro en la convivencia civilizada. Los diputados creen que su fuero les permite mearse en la tribuna de la Cámara y pasarse los altos sin ser multados, y hay prensa que los defiende; los manifestantes se otorgan el derecho a bloquear avenidas y carreteras en protesta por los resultados de la guerra de Troya, los dueños de auto los suben a las banquetas, que no son para eso; publicamos que tanto peca el auto que gasta el pavimento (que fue hecho para rodar encima), como el chavo que rompe con su patineta una jardinera recién inaugurada (que no fue hecha para patinar) o le rompe el cráneo a un niño que se creía seguro.

    Los electricistas que revendían electricidad arrojan sus autos contra policías que intentan liberar el flujo de una carretera y salen libres en dos días: nadie se escandaliza, no hay marchas ni discursos contra la impunidad. Como dijo un ex líder estudiantil a propósito de unos policías muertos por un grupo armado: “No nos hagamos, no eran más que chotas”.

    ¿Qué hacer con la Revolución? Sin lugar a dudas, emplearnos a fondo en sepultarla, derogar sus llamadas conquistas. Algunos puntos por mencionar en lo laboral:

    1. Prohibir la cláusula de exclusión en los sindicatos, infamia por la que la charrería sindical puede exigir a la empresa el despido de un trabajador, casi siempre un opositor.

    2. Prohibir el descuento automático de las cuotas sindicales por la empresa y su entrega a la dirección del sindicato. Las cuotas deben ser voluntarias.

    3. Dejar en claro, una vez más, que podrá haber tantos sindicatos en una empresa como iniciativas tengan los empleados.

    4. Eliminar las excepciones a la norma anti monopolio: los monopolios todos, públicos o privados, deben quedar prohibidos.

    El Congreso tiene por tratar: recaudación fiscal eficiente, régimen de partidos insaciables, redefinir funciones del IFE, producción de energías, infantilismo de los estados frente a la federación… uf: tarea de legisladores romanos y tenemos ignorantes (e ignorantas, dice Fox asomando el pescuezo), retozo, alboroto, regocijo, picada de ojos entre niños y tirones a las trenzas de las niñas: eso nos gobierna.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La Quinta Economía

Macario Schettino
Economía Informal
10 de noviembre de 200


La quinta economía


Se publicó el lunes. Una nota medio perdida proveniente de la Cumbre de Negocios de Nuevo León. Una declaración del director gerente del Banco Mundial, Juan José Daboud



Este director sostiene que México puede ser un polo de desarrollo después de la recesión. Según él, después de China e India, en Asia, en América Latina, “México puede ser un importante polo de desarrollo”.

Pero la nota está perdida entre opiniones de Carlos Slim y Lorenzo Servitje, entre dichos de alzas en las tarifas telefónicas y quejas sobre el desempeño económico de América Latina. Y los comentarios que había recibido ayer lunes por la mañana confirmaban la razón por la cual no podemos ser la quinta economía mundial. Todos burlones, todos rechazando la posibilidad de que México pueda ser ese polo de desarrollo que el señor Daboud percibe.

Y es que precisamente es ésa la razón por la que no podemos ser un polo de desarrollo, ni la quinta economía mundial. Porque ni siquiera podemos imaginarlo. La inmensa mayoría de la población no se da cuenta del tamaño de México en el mundo, y por lo tanto no puede siquiera comprender lo que significa nuestro país.

Rusia, India, España, Canadá, Brasil, Australia, México y Corea del Sur son los países que podrían, por su tamaño actual, competir por ser las economías más grandes del mundo en los próximos 30 años. Sustituirán a Inglaterra, Francia, Italia y Alemania, e incluso posiblemente a Japón entre los primeros cinco lugares. Sólo China y Estados Unidos, que hoy están en esas posiciones, seguirán ahí dentro de tres décadas con seguridad. Los otros pueden ser fácilmente desplazados.

De los ocho países mencionados, no todos tienen posibilidades reales de competir. Rusia no tiene ya futuro en esta competencia, mientras que España, Canadá y Australia es muy probable que no puedan superar el tamaño que hoy tienen. Quedan sólo cuatro economías compitiendo por dos o tres lugares: India, Brasil, México y Corea del Sur. Por cuestiones demográficas, India seguramente estará entre los elegidos, mientras que muy probablemente Corea del Sur no lo logrará. Es decir que, casi inevitablemente, México estaría entre esas cinco economías más grandes del mundo.

Pero eso parece ser inaceptable para los mexicanos. La simple posibilidad de ser un polo de desarrollo en este proceso de recuperación que acaba de iniciar es rechazado como si fuese algo no sólo imposible, sino impensable. Es increíble la capacidad de autoflagelación de nuestra sociedad.

México cuenta con 120 millones de personas, 15 millones de ellos viviendo en Estados Unidos, pero con fuertes lazos con nuestro país. Producimos, los 105 millones de acá, cosa de un billón de dólares al año (un millón de millones). Si contamos a los que están allá, considerando que tengan un ingreso inferior al promedio de Estados Unidos, pero sin duda superior al promedio nuestro (porque si no ya se hubiesen regresado), hablamos de medio billón adicional.

Nada más considerando eso, los mexicanos representamos la octava economía del mundo.

Lo que muy probablemente piensan muchos que no creen en que México será la quinta economía mundial es que no tenemos el ingreso por habitante que tiene Estados Unidos, o cualquier país occidental. Pero ése no es el tema. China tiene un ingreso por habitante muy inferior al nuestro, y es la tercera economía mundial, y la gran admiración de muchos.

La India, o Brasil, que tanto se promociona hoy, están también por debajo de México en ingreso por habitante, la India por mucho. Y ya sé que me va usted a decir que no es tanto el ingreso por habitante, sino la distribución, y que México es un país muy desigual. Pues sí, pero Brasil es peor que nosotros, y ya lo ve, rumbo a competir en serio por ser la quinta, la cuarta o la tercera economía.

Si quiere usted excusas para no ser exitoso, hay de sobra. Ya le mencioné al menos dos: que no importa ser una economía grande porque el ingreso por habitante es bajo; que no importa el ingreso por habitante porque la distribución es mala; añada las que guste, que por excusas no hay que parar.

Es sólo que usted, como millones de mexicanos, no quiere tener éxito. No quiere que la economía mexicana sea la quinta del mundo, ni quiere competir en verdad con otros grandes países. Le tiene usted miedo al éxito, porque implica responsabilidad, y usted, como millones de mexicanos, aprendió desde niño que la responsabilidad es cosa de los poderosos, y no de usted. Es usted producto del régimen de la Revolución Mexicana, que se instituyó para abusar de usted y para mantenerlo sometido a los grupos de interés: a los sindicatos, a las centrales campesinas, a los empresarios amigos del Estado, a las universidades públicas, a todos esos grupos que se han dedicado a extraer rentas de los demás y que han impedido que México sea esa quinta economía mundial desde hace décadas, como debió haberlo sido.

Lo único que nos impide tener éxito, ser una economía más grande, con más ingreso por habitante y mejor distribución es nuestra incapacidad mental. Ni siquiera podemos imaginarlo. Peor, cuando alguien nos lo dice, lo sentimos como una burla. Nosotros mismos nos detenemos, porque así aprendimos desde niños. Porque así se nos enseñó, para que no exigiéramos cuentas a esos grupos que vivían de nosotros.

Y que lo siguen haciendo.

Claro que México puede ser la quinta economía mundial. Ni siquiera hay que crecer mucho para lograrlo. Pero no lo seremos, ni seremos nada, mientras no podamos entenderlo y aceptarlo. Mientras no reconozcamos que el fracaso que hoy somos es producto de la manera en que manejamos el país durante el siglo XX. Mientras no aceptemos que la Revolución Mexicana no nos dio más que miseria, abuso y, sobre todo, engaño.

No hay mal que dure 100 años. Nos queda uno.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin binoculares y sin espejo retrovisor


Francisco Martín Moreno
06-Nov-2009

¿Cómo se llama aquel que no aprende de la experiencia, que no puede prever y es incapaz de adquirir sabiduría y conocimiento? ¡Gobierno mexicano!

El tiempo pasa, arrancamos las hojas del calendario, desaparecen nuestros ancestros sin poder transmitir experiencia...


Los pilotos que dirigen nuestro país cómodamente instalados frente al tablero de mandos, conducen a la nación sin binoculares, es decir, sin una perspectiva del futuro, sin poder advertir con la debida claridad la presencia de obstáculos inminentes, tal vez insalvables y, además, sin un espejo retrovisor indispensable para aprender de las experiencias pasadas, de los arrecifes, de las cataratas, de las pendientes, de los vacíos. Navegamos, nos desplazamos, nos movemos entre gritos y empujones, entre chantajes, zancadillas y amenazas, sin disciplina ni rumbo cierto y definido, sin identificar un derrotero ni guiarnos siquiera por las constelaciones o cualquier otro elemento natural, ya no se diga mecánico, que proporcione alguna idea, aun cuando remota, de alguna dirección posible. Vamos, pues, al garete, sin percatarnos siquiera de que ya recorrimos varias veces la misma ruta y repetimos, damos vueltas inútiles, circulamos, cometemos los mismos errores, sufrimos los mismos percances, el evidente resultado de una alarmante incapacidad de aprendizaje. No, no sólo no aprendemos de la historia, ésta se repite una y otra vez, de manera torpe e insensata, sino que tampoco contamos con la posibilidad de adelantarnos a los acontecimientos, de prever, de planear, de adquirir sabiduría y conocimiento, de evitar que las debacles se repitan. ¿Cómo se llama aquel que no aprende de la experiencia, que no puede prever y es incapaz de adquirir sabiduría y conocimiento? ¡Gobierno mexicano!

El tiempo pasa, los días se suceden los unos a los otros, arrancamos las hojas del calendario, cambiamos los calendarios, desaparecen nuestros ancestros sin poder transmitir experiencia, sin poder heredarla en un asfixiante espacio de frustraciones; mudan de rostro los políticos, continúan otros idénticos; son los mismos hijos de los mismos viejos, con la misma mentalidad, con la misma hipocresía, la misma timidez, los mismos miedos, los mismos traumatismos, la misma corrupción; las heridas no cicatrizan, las costras no aparecen, la sangre no se coagula; los mismos llantos, los mismos lamentos se siguen escuchando; los resentimientos siguen expuestos a flor de piel; los años no curan, no alivian, no ayudan a olvidar; el rencor es veneno, la raza de bronce está envenenada y lo desconoce y si lo conoce no lo acepta y, si lo acepta, no evoluciona ni lo supera. En las paredes de todos los hogares permanecen colgadas las mismas fotografías desde que comenzó la historia; nuevos personajes, mismos escenarios, misma ignorancia, misma miseria, misma desesperación, mismo inmovilismo, misma frustración, misma postración, misma resignación, mismo fatalismo, misma negación. Tezcatlipoca habla, grita, condena, advierte contemplándose en su espejo negro y, sin embargo, seguimos en la misma dirección que conduce al despeñadero, bienvenidos el despeñadero, la destrucción, la noche triste...

Imposible ponernos de acuerdo. No estamos hechos para parlamentar. Nos enseñaron a acatar, a obedecer, a cumplir instrucciones sin refutar ni exhibir otro criterio, otro punto de vista. Aquí mando yo: ¡a callar! Aceptamos una jerarquía superior, pero jamás la presencia de un semejante que intente imponer el orden respetando los puntos de vista ajenos. Jamás aceptaré la autoridad emanada de mis pares y en este país todos son mis pares. Ninguna voz es digna de crédito ni merecedora de la menor consideración. Uno es peor que el otro. Sálvese el que pueda. Viva la muerte. Las promesas se repiten, el escepticismo cunde, las palabras se desgastan, las esperanzas también. Quien se acerque es movido por un interés inconfesable. No existen la piedad ni el perdón ni la transparencia ni la honorabilidad ni la confianza ni las sanas intenciones. Quien no descubra rápido los auténticos móviles de los terceros no tardará en perecer víctima de ellos.

Nada está sano, todo está podrido. Pobre de quien confía porque será devorado. Pobre de quien cree porque será traicionado. Pobre de quien sueña porque al despertar vivirá una pesadilla. Pobre de quien se atreva a alcanzar el éxito porque será aniquilado. Pobre de quien no se ría y se burle porque parecerá cuerdo. Pobres de los cuerdos porque serán excluidos. Pobres de los excluidos porque jamás serán escuchados.

Tú, sí, tú, el que camina rumbo a la proa, el mismo que arrojó los catalejos, los binoculares, los espejos, los sextantes y las brújulas al mar, tú, sí, tú, has hecho patria… Eres un bienamado…