lunes, 28 de septiembre de 2009

Odium plebis

La Calle
Luis González de Alba
2009-09-28

Todas las encuestas de opinión muestran que no hay grupo más detestado, ni siquiera los atemorizantes policías judiciales, que los diputados y diputadas, para no hacerlas menos ni excepción: ellas son iguales o peores. Lo cual es una lástima porque alguna vez creímos que las mujeres traerían un aire nuevo a la política, de niñas son más rigurosas que los niños, se guían más por reglas y las imponen con técnicas propias. Pero resultó que quisieron ser toreras, boxeadoras, soldadas, policías y hasta, el colmo, diputadas.

Los policías, sobre todo judiciales, son más temidos: su aspecto, el pistolón fácil, la mirada torva, el diente de oro. Pero son más detestados los diputados porque son la imagen misma del agandaye: se reparten el pastel del presupuesto sin control alguno de otro poder y sin consulta a sus electores porque han logrado total independencia: se deben únicamente a la burocracia de su partido, con la que están bien mientras le sirvan tajadas abundantes del presupuesto.

Los acabamos de ver en su mole, batiéndose en el insulto y la fanfarronería con motivo de la comparecencia de secretarios sobre los que vomitaron bilis y nada más que bilis, pavoneándose fatuos y prepotentes.

Como en aquel infausto “diálogo” público que logró el primer CEU y tuvo lugar en el auditorio Justo Sierra de la UNAM y, tal y como era de esperar, se volvió concurso de “vencidas” con el enemigo y frases insolentes para arrancar el aplauso de la gayola, igual hoy, sólo que entre viejos con cuarenta años más y con el país, no la UNAM, en sus manos; así vimos la comparecencia de Carstens (que se acentúa como Orleans) y de Gómez Mont convertidas en exhibición de fuero y gritos de macacos.

¿Razones, contrapropuestas, ideas?: no saben los nuevos diputados qué sea eso. Saben insultar y denigrar. ¿No al 2 por ciento en todos los bienes y servicios? Quizá… La negativa puede fundamentarse,¿no podrían exponer sus argumentos? Aquí les regalo uno:

Cuando Fox presentó su propuesta de IVA generalizado la acompañó de una reducción: de 15 a 10 por ciento, pero en todo. Era sencillo explicar a una familia pobre que recuperaría más de lo pagado en alimentos (las medicinas son gratuitas con el Seguro Popular e IMSS) con el ahorro de un 5 por ciento en renta, calzado, ropa, teléfono, electricidad. Y no es poco si vemos que un 90 por ciento de los pobres tiene televisor. Bien, la propuesta del presidente Calderón es un aumento simple: de 15 a 17 por ciento en IVA. Los que defendimos la propuesta de Fox no tenemos ahora aquellos argumentos. El aumento es simple y llano. ¿Por qué lo vamos a aceptar para juntar 70 mil millones dedicados a los pobres si nada más Luz y Fuerza del Centro engulle 40 mil millones? ¿Si los partidos se repartirán, sin elecciones enfrente, 3 mil millones?

Aquí tienen uno argumento para escuchar la contrarréplica de Carstens. Pero la injuria vil, la diatriba fernandez-noroñona ¿a qué conduce sino a cerrar todo diálogo en un lugar hecho precisamente para hablar y por eso llamado Parlamento? Los insultos se responden con insultos, decía atinadamente Carlos Payán cuando era director de La Jornada. Así es. No puede haber debate ante los escupitajos.

En Reforma, F. Bartolomé lo dice de manera inmejorable: ver el Canal del Congreso es ver Animal Planet 2. Pero con una enorme diferencia: falta variedad y no vemos sino las especies más repulsivas: jamás castores construyendo una presa o cómo cogen los somormujos o marchan los pingüinos, sino hienas riendo, changos enseñándose los dientes con chillidos, orejas tapadas, ignorancia de patanes que ganan 105 mil al mes, sin impuestos porque nos los cargan a nosotros, tiran puertas a patadas porque “para eso tengo fuero” (y no, diputadete, no es para eso el fuero) y se zampan 12 millones en galletitas, mientras trasiegan grandes vinos y nos endosan la cuenta.

Se están arriesgando, dijo Carlos Marín, a que un maravilloso día de éstos los arrastremos por las calles como hicieron los italianos con Benito Mussolini. Dice el mesías que habrá un estallido social y comienzo a creerlo, calculo que serán pocos los árboles de la Alameda para colgar a más de 600 legisladores con todo y su fuero. Los primeros serán los secuaces del Rayito, que son los más vándalos, rústicos y analfabetas. Pero, antes, ¿quién será el primero que vea su finísimo traje manchado por el plato de codornices contra la nariz, cuya cuenta nos pasan?

www.luisgonzalezdealba.com

domingo, 27 de septiembre de 2009

La última llamada para los Beltrones

La historia en breve

Ciro Gómez Leyva

2009-08-31•Al Frente

Estamos en el mismo barco, dijo ayer Manlio Fabio Beltrones, líder de los senadores del PRI y emblema de una generación de priistas y no priistas que hace ya muchos años se presentaron como demócratas sensibles, políticos con oficio.

Si México es el barco, va a la deriva, entre otras cosas por la pobre, ilógica, disfuncional capitanía de los Beltrones, Gamboa, Paredes, Madrazo, Gordillo, Fox, Calderón, Creel, Fernández de Cevallos, López Obrador, Ortega, Navarrete, y también de los Ramírez Acuña, Vázquez Mota, Chuayffet, Encinas...

Como generación política son un fracaso. Son la del encono, la revancha: los perdonavidas. La del nulo crecimiento económico, los monopolios, el cierre de empresas, los secuestros, las extorsiones, los decapitados, el desplome educativo, la falta de agua, el marasmo tecnológico. Legislativamente mediocres, han sido cobardes a la hora de pagar los costos de las reformas (fiscal, laboral, energética) que el sentido común pide a gritos. No imaginan, no concretan.

La mayoría de ellos ha hecho saber que a partir de hoy, que zarpa la 61 Legislatura, podrá tomarse una ruta de acuerdos, atención a los problemas de solución impostergable, en fin.

Lo dudo. Culturalmente, son una generación que no aprendió a construir. Y genéticamente están mal dotados para los altos vuelos.

Ojalá me equivoque y, en su última llamada, la generación de los Beltrones saque esa grandeza de estadistas que prometieron en el 2000 y el 2003, y que no hemos visto.

Última llamada, porque el 2012 perfila otros nombres. Peña Nieto, Ebrard, Lujambio, Moreira, el propio Gómez Mont, forman y quieren formar parte de otra generación.

No de ésta. Horribilis.

Luz interior

24-Ago-2009

Pedro Ferriz

Estoy preocupado por lo que veo… El hombre esta metido en una problemática cotidiana tan intensa, que se está olvidando de voltear a ver el valor de la esencia de la vida. Todos salimos a padecer las inclemencias que se presentan en el escenario urbano. Nos quejamos de ellas, pero no hacemos mucho por darles un sentido que nos haga soportable la carga. El dinero es la medida de la satisfacción. Objetivo a alcanzar. La estabilidad emocional va en función de la económica. Incluso la salud acaba rendida ante su potestad.

¿Qué pienso hay que hacer de manera cotidiana para ser feliz, independiente de los avatares de la vida moderna?

1.- Oír música todos los días… De la que sea. Buena o mala. Popular o culta. Aunque no le entiendas… ¡ya la sentirás propia! Aduéñate de Mozart, Beethoven, Tchaikovsky… o quien te mueva sentimientos. La música es con la oración el puente vibratorio más eficaz para conectar con Dios. Un día sin música es como un día sin agua. Después de algún tiempo sin ella, acabarás marchito.

2.- Imagina el camino bueno de tus incertidumbres. Cuando tengas ante ti un escenario de duda… “piensa bien y acertarás”. Atrae el optimismo, que el pesimismo llega solo.

3.- Reza todos los días. Si no le hablas a Dios, nunca te va a escuchar. Si sientes que rezar no es necesario… felicidades. Eso quiere decir que tienes la fuerza para que todo se dé. Yo rezo porque en ocasiones me falta. Digamos que tengo un buen socio.

4.- Habla bien de todos. Si te conduce una plática a denostar una persona o grupo, asegúrate que esté presente para que argumente en su defensa. Más por más, da más (es una regla aritmética). Si tienes que destrozar a alguien, que sea para bien de los demás. A mí me gusta hacerlo, cuando considero que ayudará a terceros.

5.- Sé justo. Cuando te propongan una injusticia, no la tomes. Si te trae un beneficio, piensa que será aparente. No hay nada bueno que se cimiente en la injusticia. Si no están claros los argumentos… busca la verdad. Luego la tenemos de frente y nos encanta engañarnos con espejismos.

6.- Lee todos los días. Aunque sea un párrafo. Solo una palabra. Mis amigos son mis “quereres”. Los libros traen riqueza interior. Son mis amigos. Satisface tu curiosidad. Alguien lo hizo antes de ti. El que no lee, recicla sus pensamientos. ¡Sacude el ambiente viciado de las ideas!

7.- Enriquece tu vocabulario. Usa sinónimos. Muestra tu bagaje cultural. No hay nada más menesteroso, que la pobreza del lenguaje. A cada concepto, una palabra. A cada vocablo un sentimiento.

8.- Ríe a diario. Reír es casi igual de importante que llorar. Llora lo más que puedas. La risa y el llanto se llegan a tocar en la alegría. La nobleza se basa en externar sentimientos. Una esfinge que no ríe ni llora, se pudre en su interior.

9.- Sé constante con aquellos que amas. También en tus odios. Por lo general lo que amas guarda sus razones. Lo que odias tendrá un porqué. No ocultes tus afectos ni rechazos. Sé transparente. Vas a descansar.

10.- Mantén despierto el interés. Siempre hay algo que aprender. A cualquier edad y condición. Deja que el espíritu se asome por tus ojos… por tu pensamiento. La inteligencia es curiosa. La ignorancia, perezosa.

El hombre muere cuando se cansa de vivir. Haz que se vea fácil lo difícil. La muerte llega inopinada. ¡Como si fuera un asalto! Piensa en el regalo que representa tu existencia. Un trozo de eternidad… arrancada para ti. Vive en paz y verás tu entorno. Y cuando todo acabe, no guardarás nada oscuro en tu corazón. Ni remordimientos ni arrepentimientos. Ni envidias ni frustraciones o apegos… Nunca pierdas la fe. Aprende a fluir… ¡Como la luz!

Si te conduce una plática a denostar a una persona o grupo, asegúrate que esté presente para que argumente en su defensa.

Los jodidos y la vergüenza

14-Sep-2009

Pedro Ferriz

Somos ciudadanos educados bajo el constante mensaje de nuestros derechos. A la salud, educación, vivienda, expresión, respeto, alimentación, trabajo. Un boleto gratuito al bienestar… que si bien resulta una noble pretensión, en la práctica no es asequible si no se acompaña por un mensaje pertinaz, que nos haga conscientes de nuestras obligaciones con la patria. Sé que ésta nunca nos ha demandado que demos la vida por ella. Trabajo para su reconstrucción. Los mejores afanes de la voluntad. El arrebato de un fanatismo hacia su culto. Pero el hecho es que en la lista de prioridades, México no figura en lo alto de la tabla. Lo damos por descontado. El suelo en el que nacimos, nos regala privilegios, pero nunca nos exigió nada a cambio de sus bondades.

Hay tres tipos de mexicano. Los que pagamos impuestos y nos podemos sentar a la mesa a exigir cuentas. Los que no pagan, pudiéndolo hacer… por su poder o mimetismo. Los que no colaboran con “la causa”, al estar marginados de educación, capacidades y oportunidad. Los primeros somos el motor. Los segundos la vergüenza. Los últimos son… los últimos. Desde que “La Conquista” impuso su ley a sangre y fuego, los primeros de este suelo, se volvieron… los últimos. Encaremos el hecho de que en México se vive una profunda, ignorada, acendrada y extendida discriminación racial. Ubicar lo que compartimos. Unificar la sangre. Hacer un genoma compatible, resulta urgente. Dejemos de ver a semejantes como menores. No condenemos a los pobres a la indolencia. A la irresponsabilidad. El paternalismo de Fray Bartolomé de las Casas me resulta indigno para el siglo XXI. Sigue presente la misma pregunta que se hacía de nuestros aborígenes sobre si tendrían alma. Hoy “los sin alma” son la rebanada más grande de la base no gravable.

Por lo que toca a los que nos corresponde hacer algo, por el solo hecho de que pensamos fuera de los límites del presente. Llegó el momento de hacer a un lado el conocimiento, para entrar a fronteras de la imaginación. Hemos intentado —no con mucho afán— resolver nuestra crónica apatía. Pareciera que no hay cura. En éste, que sin duda es el momento más oscuro que me ha tocado vivir de mi México, propongo tomarlo como el fin de una época. Sepultemos la desunión que marchita propósitos. Reciclemos pensamientos, que por repetidos, nos llevan a los mismos paisajes de pretendidas soluciones. Brasil —que está saliendo de su conquista— ya se entiende como una sola raza. Los blancos, negros y mulatos, antes que otra cosa son “brasileiros”. Lula —que es de izquierda— ha sabido usar el pragmatismo de generar riqueza, basado en capital. Su pueblo crece. Su moneda es fuerte. Su gente refleja denominación de origen. Todos jalan. Estados Unidos puso en la Casa Blanca a un Presidente negro. Hombre que trabaja, hasta para los que lo ven con desprecio. Putin promueve bienestar, lo mismo para güeros caucásicos o mongoles de ojo rasgado en linderos de China. Angela Merkel exige a afroalemanes, la responsabilidad de impulsar a Deutchesland, en aras de conservar su estatus del primer país de Europa. México no sale de una visión segmentada. El rico, es rico y abusivo. El que no ha llegado ahí, se mimetiza para no hacer ruido, pero tampoco cuerpo. Y el jodido: ha sido, es y seguirá siendo “el jodido”. Hasta que reventemos todos en la desunión. Los que estamos bien, regular o mal. Y recordemos. Para definir a un jodido habrá muchas maneras. Yo encuentro una: Es aquel que no está en condiciones de ayudarse, ni hacer nada por los demás. ¿Tenemos derecho entonces para quejarnos de los recursos que ha empleado “el jodido” cuando lucha —a su modo— para desterrar sus males?... ¡Piénsenlo! Hacer responsables a todos los mexicanos por México, sin estúpidos paternalismos, es la prioridad. Las limosnas son para el diablo. De la vergüenza, hablaremos otro día.

La vergüenza

Pedro Ferriz

Hablamos de aquellos que por su condición racial, no aportan. Esos que sin términos peyorativos, son los jodidos… La vergüenza, es otro concepto a resolver. Nuestros estratos sociales no están marcados por factores educativos o culturales. Si bien lo más “exclusivo” de toda sociedad debiera ser lo culto, cívico y educado, en México, la máxima expresión gregaria está determinada por el dinero. Puedes ser un paria en conocimiento, pero estar en la punta de la pirámide, si tienes los “recursos” materiales para habitar ahí. Por ello, todo mexicano aspira a los bienes materiales, sin importar la forma de poseerlos. Esto determinará acceso al más estrecho círculo social. Los monopolios, son la consecuencia de toda esta casuística. Dominar de manera total un feudo de actividad, se ha convertido en una forma de ser y hacer. No aceptar de otros la competencia. Tomar para sí, todo privilegio posible. Excluir cualquier modo de renovación que democratice o mejore procesos. Oponerse al cambio… y no pagar impuestos, son formas de expresar lo primitivo de nuestra convivencia.

El problema es que todos aspiramos a poseer una heredad. Si no la tenemos, en automático la ambición es construirla. Esto desata una carrera egoísta, que nos tiene paralizados. Con pena contemplo a un Presidente que nos convoca a cambiarlo todo, sin mover. Ventilar viejos preceptos resulta sano de principio, aunque el llamado tope en un primer muro de resistencia. El de los poderosos, que seguro reirán, a la cándida pretensión de un hombre, que ostenta el poder de la silla presidencial… pero en tres años, no será nadie ante su potestad feudal. Ergo: el poder político es transitorio. El del dinero… real y atemporal.

En la pretensión individual por la impunidad, cada mexicano siente el derecho de evadir sus responsabilidades. Ya sea por la vía “legal”… ya por la de hecho. La impunidad, nos ha llevado al cinismo de exigirle a México, lo que no estamos dispuestos a pagar. La evasión y la elusión impositiva son la marca. Ahora que vino la propuesta del ejecutivo sobre el paquete económico, nunca asomaron los feudos. ¿Cuándo se habló de poner en cintura monopolios públicos y privados? ¿Cuándo se propuso un sacrificio a sindicatos? ¿Cuándo a los regímenes especiales de tributación? ¿Cuándo a la economía informal? ¿Cuánto pagan de impuestos nuestros políticos? ¿Cuánto los grandesempresarios?… y ante tanta impunidad y exclusión, el resto de los mexicanos aspira a un grado de opacidad. Esa que permite mimetizar tus logros. Esa que te regala el tan aspirado ¡anonimato!

La borrachera pagada por la riqueza petrolera, se ha convertido en cruda, sin haberlo advertido. Los excesos, antes financiables, hoy son cosas del pasado, aunque intentemos pensar que todo sigue igual.

La vergüenza irresponsable. La que calla, cuando la nación hace un llamado de solidaridad. La que encoge los hombros, hace puchero y voltea a ver… ¿quién se va a hacer responsable por el futuro de México? ¿Quién por el presente? ¿Quién?...

Creo en la aplicación general del IVA, porque es la forma más contundente para subir a todo mexicano al carro de la responsabilidad. Con ello no habría trampas, evasiones ni elusión. Los que no lo aceptan, sólo quieren mantener la desvergüenza… Nos debiera dar vergüenza, no aceptar la propuesta… Y dicho sea de paso: Bajen el ISR, suban el IVA y háganlo general. Estimulen al que trabaja y no hagan de esto víctima a la clase media mexicana. ¡Esa que nunca se ha rajado!

No pagar

Macario Schettino
Economía Informal
24 de septiembre de 2009

Como en todas las ocasiones que hablamos de impuestos, nadie quiere pagar
En los comentarios al artículo del martes, los lectores insistían en que no están dispuestos a pagar a un gobierno que malgasta sus recursos, al que calificaban como el más ineficiente en el mundo. Ningún lector, sin embargo, nos ha proporcionado evidencia que permita confirmar ese calificativo. Dicho de otra manera, decimos que el gobierno mexicano gasta mal, pero no lo demostramos. En el fondo, ni siquiera nos interesa saber si la afirmación es cierta. Su veracidad proviene de que no queremos pagar, y punto.
El otro gran argumento en contra del pago es que siempre nos cobran a los mismos, y que lo que se debería hacer es cobrarle a los demás, a los que no pagan. Bueno, pues precisamente eso hace la contribución de 2%: cobrarle a todos, a los que hoy pagan y a los que no pagan. Sin embargo, tampoco la contribución les gusta, porque dicen que dañará a los más pobres. Esto es totalmente falso, pero tampoco importa, se trata de tener algo que decir para no pagar.
El último de los argumentos, que se deriva del anterior, es que los que no pagan son las grandes empresas, nuevamente sin tener datos. O más bien, usando datos que no demuestran lo que se quiere, pero que siembran la duda y con eso basta y sobra. La idea de que las grandes empresas no pagan impuestos proviene de algunos estudios que infieren sus resultados, así como de filtraciones de pagos específicos de alguna empresa grande. Estas filtraciones no exigen ningún conocimiento de contabilidad, de estrategia financiera, ni de nada. Si a usted le dicen, por ejemplo, que Bimbo pagó mil pesos de impuestos o que Coca-Cola pagó quinientos, ya no se necesita hacer más. Suena totalmente incompatible el tamaño de la empresa con el monto pagado, y esa disonancia no nos hace dudar del dato, o tratar de entenderlo, sino que nos provoca enojo. Puesto que en México es malo ser rico, y las grandes empresas son todas de ricos, no se necesita hacer demasiado esfuerzo para comprobar la información. Basta con decirla para que sea creíble: los ricos son malos, son empresarios, y por lo tanto no pagan impuestos.
Hay varios problemas de lógica detrás del argumento, empezando por la incapacidad de diferenciar entre la empresa y los dueños.
Pero hay sin duda un punto relevante que deberíamos resolver. Si una empresa paga poco o mucho de impuestos no importa, lo que importa es que los accionistas de esa empresa paguen mucho por sus utilidades, si éstas son muy grandes. Y eso es un asunto totalmente diferente. De ser posible, las empresas (grandes y pequeñas) no deberían pagar nada de impuestos, porque mientras más empresas haya mejor funcionará la economía. Los que deben pagar son los dueños de las empresas, es decir, los accionistas, y a ellos deberíamos aplicarle, como a cualquier mexicano, una escala de impuesto creciente.
Si usted gana poco más de 30 mil pesos mensuales, se encuentra en la categoría más alta del ISR, compartiendo con personas que ganan 300 mil o 3 millones cada mes. Para todos, la tasa de impuesto parte de 22% rumbo al 28%. No es exactamente igual para todos, pero es prácticamente lo mismo, en porcentaje, lo que paga usted y lo que paga el ingeniero Slim, el hombre más rico de México, por poner un ejemplo.
Podríamos tener una tasa bastante más elevada para quienes tienen un ingreso elevado, si pensamos que ésa es una forma de ser más “justos”, sea esto lo que sea. Pero es a las personas a las que se debe cobrar, no a las empresas.
Reitero que el problema de fondo no es una discusión seria acerca de cuál debería ser la estructura impositiva, o de qué tipo de bienes y servicios debe proveer el gobierno. No, de lo que se trata es de no pagar, y para eso no se requiere lógica, ni datos, ni verificaciones de información. Es pura víscera.
El paquete fiscal que el gobierno ha propuesto incluye un incremento de dos puntos en el impuesto sobre la renta, una contribución de 2% en todos los bienes y servicios, y pequeños incrementos en impuestos especiales (cerveza, alcohol, tabaco), más un nuevo impuesto de 4% en telecomunicaciones. Ninguno de estos movimientos es de gran envergadura, ninguno produce un gran daño a nadie. Los costos se distribuyen razonablemente, puesto que el 2% general amplía la base, como unos piden, mientras que los dos puntos del ISR se cobran sólo a quienes ganan más de cinco salarios mínimos mensuales, evitando dañar a los más pobres. Es decir, es sólo un pequeño ajuste fiscal que apenas generará 150 mil millones de pesos, exagerando.
Las respuestas, sin embargo, son desproporcionadas: ni un peso más, no al alza de impuestos, primero que el gobierno sea eficiente, reducción del sueldo de los funcionarios, y súmele las cosas que ha oído y que no se pueden publicar. Estas respuestas, sin punto de comparación con las medidas del gobierno, son una excelente muestra de la calidad de los mexicanos, de su solidaridad, esfuerzo y unidad.
Más allá del discurso, los hechos nos revelan como somos: profundamente egoístas, terriblemente enojados, y en el fondo dispuestos a que se hunda el país, si podemos a cambio salvar nuestro pedacito de riqueza.
No es la primera vez que esto ocurre. Así fue como perdimos la mitad del territorio en la guerra de 1847. Era la primera vez que México funcionaba como una República Federal, y frente a la invasión, 12 de los 21 estados que entonces existían decidieron no aportar ejército ni recursos al gobierno federal para enfrentar a Estados Unidos. Esos 12 estados decidieron defenderse por su cuenta, para cuando los invadieran. Eso nunca ocurrió, como puede usted imaginar, porque no era necesario. Bastaba tomar la ciudad de México para forzar a este país a ceder la parte del territorio que los estadounidenses querían. De esa manera perdimos nuestro territorio, y así, parece, queremos perder nuestro futuro, defendiendo nuestras pequeñeces… será merecido.

Régimen y corrupción

Macario Schettino
25 de septiembre de 2009

Discutimos hoy nuestros problemas como si fuesen nuevos, como si por generación espontánea hubiesen aparecido, como si todo nos viniera de fuera, importado por los desclasados, los traidores, los malos mexicanos. Pura imaginación: hoy cosechamos lo que hemos sembrado, nada más, nada menos.

El régimen de la Revolución Mexicana se construyó sobre una base corporativa, consistente en sindicatos creados desde el mismo grupo ganador de la guerra civil, en centrales agrarias (campesinas) hechas por ellos mismos, en empresarios asociados con ellos y en intelectuales dedicados a cantarles loas y reescribir la historia en su beneficio. Sostener a esos grupos era costoso, pero de eso dependía la supervivencia del régimen, de forma que toda la estructura económica de este país se construyó con ese objetivo. Nunca para crecer, ni para terminar con la pobreza, ni para alcanzar la justicia social, como tantas veces se dijo en el transcurso del siglo. Todas y cada una de las decisiones tomadas en México desde 1935 en adelante tuvieron como objetivo primordial la supervivencia de ese régimen corporativo.

Cuando hoy se quejan de la corrupción imperante en México no queda más que sorprenderse. ¿Qué esperaban? La construcción de un régimen premoderno, como lo fue el de la Revolución, implica características que, desde la visión moderna, son corruptas, pero que desde la premodernidad son simples requisitos indispensables. Para los ganadores de la guerra civil, era inimaginable no cobrar sus servicios a la patria desde el gobierno. Por eso todos los ganadores se convirtieron en flamantes empresarios, asociados con antiguos ricos o financiados con los dineros del erario. El primer millón de pesos que perdió el Banco de Crédito Agrícola fue en un crédito al ex presidente Obregón, que nunca pagó. Baste como ejemplo.
El patrimonialismo, es decir, la concepción del gobierno como un patrimonio de quien se encuentra en él, fue normal en los tiempos previos a la modernidad, en todas partes. Desde nuestra perspectiva actual, es corrupción. Y no se agota en los viejos métodos de simplemente tomar el dinero público, robo vil, sino que se institucionaliza en la utilización de todas las herramientas del Estado para sostener al grupo que, con las armas, había alcanzado un poder que sólo dejaría frente a otras armas, como claramente dijo el hombre que encarnaba al régimen: Fidel Velázquez.
Digo que todas las decisiones que se tomaron tenían como objetivo la preservación del régimen, y no el crecimiento del país o la derrota de la pobreza. Esto significa que todas las instituciones creadas por el régimen de la Revolución han tenido como objetivo primordial el mantenimiento de ese régimen corporativo, así de manera tangencial hayan podido ofrecer algún beneficio al país. Por eso no debería sorprender a nadie que Pemex, más que ser un pilar del desarrollo, sea una fuente de corrupción e incompetencia, lo mismo que las empresas eléctricas. No debería sorprender a nadie que el IMSS esté quebrado, puesto que así lo estuvo desde su misma fundación. No debería sorprender a nadie que los jóvenes mexicanos sean convertidos en inútiles mediante un sistema educativo construido precisamente para eso: para reproducir al régimen mediante el autoritarismo en el salón de clases y la repetición como mecanismo destructor de toda creatividad y pensamiento crítico.
¿Que el gobierno gasta mal? Claro, si sobra la mitad de los trabajadores de Pemex y toda Luz y Fuerza del Centro; si con lo que nos cuesta el sistema educativo deberíamos tener el nivel de Europa mediterránea, y nuestras universidades públicas deberían producir más que las españolas; si con lo que invertimos en el campo debería ser imposible que hubiese pobres en él. Pero estos malos gastos no lo son, vistos desde la premodernidad, y por eso tantos mexicanos, dañados por ese sistema educativo, creyentes en los mitos revolucionarios, siguen y seguirán defendiendo a ese Estado patrimonialista, corrupto y corruptor, pero nacionalista revolucionario.
Los problemas del México actual son resultado de un régimen político construido para controlar a una nación de perpetuos adolescentes, a quienes se les extraían rentas para financiar con ellas a los grupos corporativos. Cuando estas rentas fueron insuficientes, se apeló a la deuda externa, y después al petróleo. Durante todo ese tiempo, el daño al país fue creciendo, hasta llevarnos al borde de la destrucción del Estado, que es en donde estamos hoy.
Todos (nadie) son responsables de lo que ha pasado. Porque todos soportaron a ese régimen por décadas, y porque todos celebraron las grandes victorias de la Revolución Mexicana, y lo siguen haciendo. Se niegan a entender que se ha tratado de un gran engaño, que sólo puede enfrentarse aceptándolo como tal. Fuimos engañados durante el siglo XX y nos mantuvimos en la perpetua adolescencia, derrochando las pocas riquezas de este país.
Necesitamos responsabilizarnos, actuar como ciudadanos, hacernos cargo de nuestras obligaciones. Necesitamos destruir esa Revolución Mexicana que nos tiene derrotados al interior de nuestras mentes, para alcanzar la victoria fuera de ella: un país del que podamos sentirnos orgullosos.

www.macario.com.mx

Profesor de Humanidades del ITESM-CCM